CONMEMORACIÓN
DEL CINCUENTA ANIVERSARIO DE NUESTRA ENTRADA A LA ACADEMIA
Nos
hemos encontrado 26 compañeros, casi todos con sus parejas y eso sí, muchos con
falta de pelo o “teñido” de blanco puro, como aquella nieve en la que
aprendíamos a esquiar. Da lo mismo, afortunadamente permanecen en todos
nosotros todos los valores que nos inculcaban por aquellos años: compañerismo,
lealtad, esfuerzo, humildad y, por encima de todo, respeto.
Han
transcurridos cincuenta años desde nuestra andadura por aquella calle de
Mantuano y cada uno de nosotros seguimos con nuestras opiniones, gustos y forma
de ver e interpretar las cosas, pero, aunque somos distintos nos tratamos siempre
con educación y ante todo, como decía anteriormente, con respeto.
Solo
en un instante mi respuesta, sobre ir o no ir a este IX encuentro, cambió de
signo, lo negativo se tornó en positivo. Mi decisión de ir a este IX encuentro
la encontré en mi propia respuesta: los organizadores trabajan duro para que
todo salga bien y todos quedemos contentos, aunque seguro que ellos saben que,
desde un inicio, muchos tiraron el mail a la papelera sin leerlo y por
supuesto, no contestaron.
Por
mi parte pensé solo en el gran esfuerzo que Pepe y Conchi realizaron para
juntarnos, valía la pena ir a una ciudad tan maravillosa como es Sevilla. La
verdadera respuesta es porque estas reuniones nos movilizan, tocan nuestras
fibras más íntimas, en ellas afloran sentimientos muy profundos, así que este
encuentro se transformó para mí en un hito.
¿Por
qué faltaron tantos? Yo mismo he faltado a varios encuentros y lo lamento, casi
todos ellos por necesidades imperiosas. Éste era especial, cincuenta años desde
el comienzo de nuestra andadura por aquella “casa”.
Seguramente
que muchos de los que han faltado, lo hayan hecho por miedo a encontrarse después de cincuenta
años. Miedo al contraste de aquellos años y los actuales. Miedo a contraponer
lo que somos ahora con lo que fuimos o quisimos ser.
Los
cambios físicos son inobjetables, qué importan estos cambios, solo son ley de
vida. Lo que realmente importa es lo
profundo: lo que soñamos por encima de lo que pudimos.
Al
salir por aquella puerta con nuestro
“canuto” hace cuarenta y seis años, todos teníamos el mundo por delante y todos
íbamos cargados de ilusión, todo estaba por hacer, el único límite era el
propio deseo; el mío, ser un buen Profesor de Educación Física, nada me
distrajo hasta lograr mi deseo, eso sí, lo pasé mal, muy mal hasta enderezar mi
rumbo, supongo que como muchos de vosotros.
Si
era por nosotros, nada nos iba a parar y tras
cuatro décadas, nos hemos dado cuenta que no todo pudo ser como lo
soñamos, que muchas veces buscamos enemigos fuera, pero que el verdadero
enemigo estaba dentro. Que la vida nos puso en jaque más de una vez y que lo
que creíamos eterno, es bien finito. Aprendimos que el éxito, está en exacta concordancia
con el deseo de cada uno y que, muchas veces, tomar el camino más corto no es
necesariamente tomar el mejor.
Este
encuentro nos obliga a hacer un balance, voluntaria o involuntariamente, nos
contrapone con nosotros mismos. Y no es fácil.
Si
me retrotraigo a los años de la Academia, creo que a mí me quedaron algunos
puntos fundamentales: la amistad, el
amor y ante todo la vocación y el respeto.
Yo
siento que la Academia nos inculcó que el conocimiento es el fruto del
razonamiento, y en ese razonamiento existía la posibilidad de arriesgar,
equivocarnos, porque esa era la manera para acceder al saber. De hecho creo que me acuerdo menos del uno
por ciento del conocimiento y de los datos que allí se dieron, pero aprendí a pensar, a ser curioso,
a cuestionar, a buscarle otra vuelta a las cosas, y principalmente, creo que la
Academia nos inculcó la seguridad personal para poder elegir qué hacer con
nuestras vidas, sin temer el fracaso, porque es el miedo lo que paraliza.
Algo
que sucedió en cuatro años de carrera pero que ha sido lo suficientemente
fuerte y potente como para hacernos estar en Sevilla, comprobando que todo lo
que ocurrió fue cierto y hemos estado en Sevilla para celebrar que estamos
vivos y para creer que falta aún algo, aunque los años vayan aumentando.
Un
recuerdo profundo y lleno de sentimiento para nuestros compañeros que nos
dejaron sin ver cumplidos sus sueños.
Quiero
daros las gracias Pepe y Conchi por vuestro excelente trabajo, nos hemos
encontrado como en casa. Habéis tenido detalles muy hermosos que, al menos
Amparo y yo, no olvidaremos, creo que los compañeros tampoco. También las
gracias a las personas que nos acompañaron a todas las actividades haciendo
realidad nuestro disfrute y aprendizaje sobre el arte.
Si
la salud nos respeta y no hay nada extraordinario que nos aparte de Huesca,
allí estaremos.
Un
fuerte abrazo a todos los compañeros que estuvimos en Sevilla, también a los ausentes.
Hasta
dentro de dos años.